El primer día como madre de un niño de segundo curso
Ayer fue mi primer día como madre de una niña de segundo curso. Tuve muchos sentimientos, pero el más fuerte fue ver crecer a mi pequeña, superponiendo sus múltiples identidades como multicultural, multilingüe y superdotada.
Ahora es más alta, le encantan los gatos, devora libros y sueña a lo grande. Hace poco me dijo que quería ser madre y científica espacial para estudiar cómo podría reproducirse la vida en el espacio. Luego añadió, con sorprendente sentido práctico: "En realidad, esos dos objetivos podrían entrar en conflicto. Si tengo hijos, quizá no quiera dejarlos para ir al espacio".
Esa sinceridad me hizo sonreír.
Lo que me sorprendió aún más fue la respuesta de su padre. Le pregunté: "Si realmente tuviera la oportunidad de unirse a una misión espacial, haciendo una investigación que le encanta, pero sin saber si podría volver, ¿qué dirías?". Sin dudarlo, mi marido, que también es científico, dijo: "No". Demasiado peligroso. No podría soportarlo.
La verdad es que yo tampoco podría. Sin embargo, si la oportunidad fuera real, creo que la animaría a intentarlo. La paternidad revela constantemente estos puntos ciegos, momentos en los que chocan el amor y el miedo.
Pero, por ahora, sólo tiene ocho años. Nuestros recordatorios para el nuevo curso escolar son sencillos: no necesita ser la más lista, la mejor o la más trabajadora. Con que sea razonablemente trabajadora es suficiente.
Lo más importante es su capacidad para regular las emociones. En el mundo actual, lleno de información y ruido, aprender a mantener la calma y el equilibrio puede ser la habilidad que más le sirva.